13 sept 2010

La voz de la luz



En medio de la tormenta de bellos placeres, las gélidas aguas empapan de ilusión a los enhiestos robles del bosque apacible; donde vagaba sin destino fijo, esperando que algo sucediera, un momento que me salvara de esta temible agonía reflejada en el espejo de mis pensamientos.

De pronto, todo oscurece, como si me tragara una enorme sombra y dedicase a atemorizar el fondo de mi ser; y, entonces, una brisa estremecedora, con la fuerza de un huracán, me arrastró y paso sobre de mí, llevándose consigo, lo que me hacía soportar aquel sufrimiento. Caí al suelo no volviéndome a poner de pie, el frío y el miedo se apoderó de mí, no podía andar, ni hablar, ni volar, sólo miraba como flotaba en medio de aquella penumbra sin dirección conocida para mí. Aquello se tornaba horriblemente desesperante, quería regresar, pero no sabía dónde estaba; y el viento, que me llevaba con gran estrépito, enmudeció mis palabras y pensamientos, pero repentinamente se detuvo y caí al suelo. Entonces apareció una hermosa luz en el cielo que provenía de donde las cálidas aguas inundan al espíritu en pena y confortan su andar.

Al mirar aquella luz pude regresar al sueño hermoso, donde la vida y la muerte se miran frente a frente en un instante etéreo y sublime. Una hermosa sensación de sosiego invadió mi mente y por fin salí de aquella terrible pesadilla de frío y oscuridad. Entonces hubo un gran silencio de casi mil horas que ante mis ojos parecía una hermosa canción ejecutada por una maravillosa orquesta de colores e imágenes, colores que provenían de la luz reflejada en la nieve del bosque y las imágenes fantasmagóricas de la combinación de sombras y brillos que danzaban al ritmo de una perfecta armonía. Todo aquello se quedó en mi mente, plasmándose como un perenne recuerdo; y fue entonces cuando desapareció el miedo, y, mi alma comenzó a bailar al son de la hermosa melodía, que no quería que terminase jamás.

Entonces la luz descendió con gran estrépito y estruendo, como el rugido de mil dragones furiosos, y, con la fuerza de todos ellos, hizo estremecer al bosque y a la tierra; y no hubo más armonía ni más silencio. Todo se tornó de una luz cegadora y el ruido de mil sonidos me ensordeció, cuando de pronto cayó frente a mi y la tierra se quebró, y, todo lo que vi, dejó de existir. Aquel momento efímero de grandeza extraordinaria, llenó de un enorme calor al gélido bosque, y todo se convirtió en cenizas. Las llamas de ese implacable fuego me abrazaron y consumieron todo lo que quedaba de mí, regresándome a la tierra nuevamente. . .  


Ethain

2 comentarios:

  1. Que decir ante el talento...Querida Ethain...He leido...Maharet...desde las mas mas profundas tinieblas...

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  2. hola Maharet, un gusto enorme saber que te he tenido nuevamente de visita, un abrazo enorme.

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