14 sept 2010

Idilio de una flor





 “ Porque la arena aguarda con impaciencia
el nacimiento de aquella flor que la lleve
donde las tormentas y la agonía sean reales
y su canto se escuche hasta lo más recóndito
de un horizonte donde no existen estrellas...”



Y las gotas de gélida lluvia, que provinieron de una dulce tormenta, 
cayeron en las hojas de las tiernas flores que alguna vez se posaron en la triste arena; empapando de dulzura lo que alguna vez se tornó gris y fúnebre.

Los cantos bucólicos de suaves melodías se entonaban en todo el bosque, 
llenando al final de un delicado céfiro que inspiró en el alma 
al nacer dentro de ella la más fina de todas sus armonías.

Aquella flor nació de tiernas semillas carmesí, 
sembradas en un momento de penumbra y soledad; 
cuando la terrible noche amenazó con arrebatar todos los perennes sueños 
en un instante de eternidad infame.

Sin embargo, la rosa roja vuelve de nuevo, 
posada con elegancia y sutileza en medio de la nieve que robó alguna vez, 
toda esperanza llegando a empobrecer el ánimo y las ganas de existir.

Canta la flor de fuego llena de vida y alegría 
porque en el cielo se ha dibujado su silueta en forma de estrella.
Luz que ilumina el firmamento oscuro y fúnebre, 
tomando de nuevo la esperanza de guiar por el sendero frío de la soledad, 
la monotonía y la tristeza.

 La tierra que en algún momento se cubrió de la nieve perpetua del bosque,
se erige de nuevo formando nuevos valles de alegría alrededor del bosque 
donde la melodía de la flor escarlata toca con nueva sabiduría,
a los enhiestos robles que fueron atormentados con relámpagos 
de la tortura de una fría tempestad.

Dulce canto de tiernas estrofas que se entona sin llegar al final; 
canta mi sabia flor carmesí junto con la arena de bellos placeres, 
porque ya no habrá más oscuridad que te atormente ni tormentas 
que empapen tus pétalos con las sombras de una noche triste, 
porque hoy he visto tu rostro y escuchado tu melodía 
que ha tocado con alegría y candor mi alma, 
llenando mi oscuridad de bellas estrellas...

Ethain


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