1 oct 2010

Crónica de una ilusión en una noche sin luna




“El calor del corazón envuelve de un delicado céfiro a la vida de ensueño,
con la esperanza de encontrarse inmerso en el sueño verdadero”


Sumergida en pequeños destellos de vida, en el momento cuando la oscuridad trajo aquella opresión en mi pecho y, que, ante el último suspiro que mi alma exhaló, llenó de tristeza todo el firmamento. La lluvia comenzó a caer nuevamente en mí enamorado corazón, como pedazos de sueños desvaneciéndose en una profunda tormenta, zozobrando en la espera de una hermosa flor carmesí portadora de una pasión inmensurable cuyas sensaciones, al desbordar de frenesí, cubrían de placer todos los recintos de este ahogado corazón que ahora yace en las sombras de una ilusión marchita.

Deseando en aquel instante de pena, que anegaba mis caminos de dolor al recorrer la triste silueta que algún día se mostró ante mí, que me cubrió de vanas ilusiones y ha dejado los cristales de sueños rotos, y, que al enterrarse profundamente en mi piel, los he recogido con profundo pesar en senderos que ni la vida misma imaginaria; reconstruyendo el pasado, en una plegaria para el presente de un futuro de destino ignoto. De pronto, en medio de tanta confusión, el alma se entretiene en pequeños saltos que da hacia el abismo insondable del fuego incandescente de las pasiones humanas; y se encendió dentro de mí, durante la lluvia de un amor pasado, en la arena misma donde vi desvanecer toda esperanza de un lazo olvidado, donde los recuerdos más hermosos yacían bajo un sepulcro fantasmal, representando en mi mente pesadillas inimaginables, portadoras de dolor y agonía. Y ahí, en ese lugar, vi levantarse del mausoleo de terreas paredes a la rosa roja de tiernas espinas, suave aroma y dulce tentación, que anegó de llanto todos los recintos de mi alma, iluminando el cielo como la luz hermosa de la misma luna.

Y los cielos se abrieron en la plegaria de una noche cuajada de millares de estrellas, la oscuridad de mi corazón conoció de cerca el poder que guardaba aquella flor, cesando la tortura de la tormenta con el brillo del alma encendido por una pasión de singular belleza casi al borde del límite de sensaciones puras y cristalinas, donde el agua detuvo su curso permitiendo la creación de nuevas experiencias bajo el candor de la piel en una noche de paz incierta, envuelta por la dulzura de los sueños más esperados. Sentí, dentro de mí, el sabor de una nueva esperanza impaciente por recorrer los tortuosos caminos de un amor cuyo verdugo ha sido la desesperanza de una ilusión que ha nacido con el miedo de la dulce tormenta.

Y cayó, sobre mí, la luz de todas las estrellas, en un jardín iluminado de plata por la hermosa luz de la luna; donde fue recorriendo mi alma como el céfiro que trae siempre las delicadas esencias en una noche de verano, tocando mi piel como el suave pétalo de tiernas caricias en los labios embriagados de la voz de la pasión, bajo la melodía de dos corazones en el silencio de un profundo beso que inundó de magia todo el recinto donde la eternidad guardaría en un perenne recuerdo de una noche sin luna al abrazar ambos cuerpos en una estela candente dibujada por el mismo cielo.

Sin embargo, no pude contener más la ilusión que portaba aquel cúmulo de sensaciones, las cuales formaron en aquel tiempo una hermosa canción, y que ahora yacen desvanecidas en el agua cristalina de una tormenta inmensurable, porque en el fondo de mi torturado corazón he encontrado el verdadero significado de esa esencia efímera llamado amor, que llenó de alegría mi cielo por algún tiempo, que es la fuerza que aún perdura, porque me ha dado las alas que en el cielo gris han podido volar junto con mis pensamientos más amados envueltos en la esperanza de encontrar nuevamente aquél jardín de placeres donde nunca se detiene la tormenta.  

Ethain

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